Comida familiar. Os habéis bebido alguna botella de blanco (casi por obligación) y llega el turno del vino de verdad. ¡Un tinto, de Ribera, como tiene que ser porque para algo estamos en Madrid!
Se hace la ceremonia de turno y de pronto, alguien de la mesa pronuncia la fantástica frase que provoca el colapso cerebral de tres gatitos en Sri Lanka: ¡Qué bueno el vino ¡Qué cuerpo tiene! De manera automática, se dilapidan ante ti imágenes en bikini de Cindy Crawford, Elle Macpherson, Eva Erzigova y otros cientos de TOP Models, así como actores culturistas famosos y algún actor porno alzando sus copas de tinto para celebrar con vosotros el trabajo del enólogo en el vino que os vais a cascar….
Al preguntar a alguien que no suele tener mucha idea de por dónde le corre el viento en tema de vinos, una de las frases recurrentes que encontramos es que el vino le parece muy bueno porque tiene mucho cuerpo ¿Qué quiere decir exactamente? ¿Qué los vinos que no tienen cuerpo son malos? ¿Que sin músculo no hay bondad? ¿Sólo los tintos pueden llegar al cielo?
El cuerpo de un vino es un concepto complejo y suele confundirse con el peso, la densidad o el volumen. Según el criterio del pueblo, un vino muy tánico, algo viscoso y con un poquito de residual sería un vino con mucho cuerpo. Si a esto le añadimos un contenido alcohólico elevado ..¡tenemos Jackpot! Si Pensamos en vinos «con cuerpo», nos vienen a la mente dos zonas: Toro y Jumilla, aunque los vinos de Ribera o del Bierzo no se quedan atrás. En Australia encontramos Syrahs de este estilo, y en USA, Cabernets. Los casos son múltiples.
En España estamos acostumbrados a que un vino tiene que llenarte la boca, como lo haría una miga de pan enorme. Si no, es un vinillo o (peor aún) caldillo ni-ni. Teniendo en cuenta esto, no es raro ver que aún hay muchos consumidores de vino que maleducan a otros que están empezando diciéndole que esos vinos de la borgoña y esas garnachas de moda son algo así como agüachirris y que los buenos vinos, los de verdad, son los que te dejan la sensación durante horas de haberte metido una caja de mazapanes en la boca (con cartón y todo).
Personalmente, huyo de estos vinos como de la peste y si me cuesta terminar una copa, me quedo sin encías o mi lengua se vuelve como una toalla de ducha, suelo poner una cruz. Esto pasa con mucha frecuencia, sobre todo cuando toca catar vinos que nunca compraría. ¿Ejemplos? Creo que tendréis alguno que otro en mente …
España se ve en una encrucijada entre aquellos que siguen en los ochenta y noventa, donde las mejoras en las técnicas de vinificación permitían conseguir vinos más potentes y los que quieren que el vino no sea tan técnico, enfocado en el respeto al medio y la tradición, sin olvidar que desde los 80 han pasado 40 años … Vivimos un momento único, una auténtica revolución enológica en este país, y ni siquiera somos conscientes de ello ya que muchos de los que beben vino son los mismos que los que lo bebían cuando David Bowie cantaba eso de I’ve been putting out fire with GASOLINE!
Como conclusión al post, admito que no estoy en contra del cuerpo en los vinos, creo que es importante, ya que sin él es imposible sobrevivir, pero hay cuerpos y cuerpos. Podemos ser Federer o el indeseable que hace el saludo al sol de la foto del post, depende del gusto de cada uno. Para mi, el atributo fundamental ha de ser la estructura, más que el peso y ésta siempre viene marcada por el equilibrio. Si los factores se unen de manera armónica teniendo en cuenta la fase en la que se encuentre el vino y su origen, pensaré que es un buen vino. Si no, seguiré escuchando con toda seguridad la frase de «qué cuerpo tiene este vino» mientras escapo disimuladamente al baño con mi copa. Llámenme radical …